En los últimos años hemos visto mejoras en muchos centros. Sin embargo, todavía existe una carencia: la formación en áreas esenciales no siempre es una prioridad. La escuela debería ser un espacio para adquirir conocimientos académicos y, al mismo tiempo, para desarrollar competencias que preparen a los jóvenes para la vida personal y profesional. Son las asignaturas pendientes de nuestro sistema educativo.
La oratoria y su desarrollo
La oratoria es una habilidad clave que debe trabajarse desde la infancia. Por ejemplo, los debates cortos, las exposiciones de temas de interés para el alumno o el teatro en clase son herramientas muy útiles. Estas actividades fortalecen la comunicación, aumentan la autoconfianza y mejoran la seguridad al hablar en público.
Además, la oratoria no solo influye en el rendimiento académico. También facilita las relaciones interpersonales y es muy valorada en el mundo laboral. Expresarse con claridad y persuasión abre puertas en la negociación, el liderazgo y el trabajo en equipo.
La educación financiera
Muchos piensan que la educación financiera está lejos de las necesidades de niños y adolescentes. No obstante, contar con una base sólida en este campo es imprescindible para gestionar el dinero, fomentar el ahorro e invertir con criterio.
De este modo, proyectos de simulación de presupuestos o dinámicas sobre inversión permiten a los estudiantes enfrentarse a situaciones reales. Gracias a ello comprenden mejor cómo funciona la economía de la sociedad.
Estas prácticas no solo evitan futuros endeudamientos innecesarios. También elevan el perfil profesional de los jóvenes, ya que estas competencias se valoran cada vez más en el mercado laboral.
La educación emocional
La educación emocional es otro pilar fundamental. Enseñar a los alumnos a reconocer, expresar y gestionar sus emociones les proporciona herramientas para convivir mejor y resolver conflictos.
Estudios de universidades como Harvard han demostrado que el desarrollo de la inteligencia emocional incrementa la empatía y la capacidad de colaboración. Otro ejemplo es el estudio longitudinal de O’Connell et al. (2021), que evidenció resultados concretos: una reducción del 20% en conflictos escolares y un aumento del 12% en las habilidades de resolución de problemas en los alumnos que recibieron educación emocional.
En conclusión, la gestión emocional fortalece la convivencia, mejora la toma de decisiones y genera entornos educativos más positivos.
Para preparar a los jóvenes de manera integral no basta con los contenidos clásicos. Es necesario combinar esas asignaturas con aprendizajes innovadores: la oratoria, la educación financiera y la educación emocional. Estas competencias son marcadores clave para formar ciudadanos más preparados, conectados y competentes en el futuro.
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