Hoy en día existen muchas formas de hablar con nuestros hijos, tanto pequeños como adolescentes. Sin embargo, muchas veces sus respuestas se reducen a un simple “sí”, “no” o “nada”. Para evitarlo, es fundamental aprender a hacer preguntas abiertas que inviten a la reflexión y a la conversación.
El poder de las preguntas abiertas
Una pregunta cerrada limita la respuesta. En cambio, una pregunta como “¿cómo te puedo ayudar?” ofrece al niño un margen de acción y fomenta la comunicación. Además, este tipo de preguntas permiten que se exprese más allá de lo superficial y nos dé pistas sobre lo que realmente necesita.
Predicar con el ejemplo
Como me comentaba en una charla informal la psicóloga Laura López Escudero López, si somos los adultos quienes compartimos cómo ha sido nuestro día, el camino hacia el diálogo se abre de manera más natural. Al mostrar lo positivo y lo negativo de nuestra jornada, les damos un referente. Por tanto, reducimos la presión de que tengan que contestar de inmediato.
El arte de ayudar con preguntas
Hace poco terminé el libro de Christian Leclerc, “El arte de ayudar con preguntas”, donde se proponen múltiples estrategias para mejorar la comunicación. Una de ellas es animar a los niños a profundizar en lo que cuentan. Preguntar “¿qué más?”, “¿cómo te sientes?” o “¿cómo te puedo ayudar?” son ejemplos de preguntas que, combinadas con una escucha activa, refuerzan la confianza y la conexión.
Gestionar cambios con preguntas adecuadas
Cuando los hijos enfrentan cambios —como el inicio del curso escolar— podemos ayudarles con preguntas que fomenten la reflexión. Por ejemplo, “¿Puedes hacer una lista de las cosas positivas que has experimentado hoy?”. Otra opción es: “¿Qué es lo indispensable para ti y cómo podríamos reemplazar lo que falta?”.
De esta manera, los niños aprenden a relativizar las dificultades y a ver nuevas oportunidades. Descubren que, si una puerta se cierra, siempre hay una ventana por abrir.
Conclusión
Las preguntas abiertas, la escucha activa y el ejemplo son claves para conectar con nuestros hijos. Se trata de acompañar, no de interrogar. La comunicación fluida se convierte así en un puente hacia la confianza y el crecimiento mutuo.
¿Te sientes identificado con esta experiencia? 👉 Contacta conmigo y comparte tus inquietudes sobre cómo mejorar la comunicación en familia.


